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1.
Creen dormitar en un prado, una llanura interminable su Holanda natal, el cielo de la Mancha, junto a la aldea un mediodía claro, no hay viento, no hay moscas no hay paisanos saludando a lo lejos, bestias ni caminos por donde haber llegado o seguir adelante. Un azul gastado como ganado por un barniz rancio. Es una imagen extática, perfecta para el último momento que aquí se alargará unos meses. Su ataúd flotando inmóvil las velas arriadas de piel vieja y amarilla. Se hace difícil discernir contemplando el herbazal luminoso y calmo si da miedo la tumba o es deseable.
2.
Iwate 02:18
Llega el Obon y los niños siempre son felices en las fiestas. Los mayores han pertrechado en balsas flores de verano, inciensos, luminarias y dulcecillos perfumados para sus antepasados suenan flautas, algún taiko y al anochecer despiden amorosos, recatados la delicada embajada río abajo en los últimos años no tan delicada porque hay bonanza y la encomienda se carga de tantos manjares que su envío pesa y baja más torpe por el Kaisshi los mayores satisfechos pero los niños han correteado orilla abajo y ya casi sin luz, andan interceptando las balsas subidos en las rocas, con los pies descalzos usan palos, se agarran unos a otros y se atiborran luego a dos manos qué rica la guía, qué sabrosa la ofrenda… ¡ay, qué felices los niños!
3.
Ha estado silbando a los pájaros. ´A Amandine le gustaban los herrerillos, pero ¿quién era? ¿Quién es Amandine?` El vigilante la observa irse, patosa y encorvada al poco ve el punto lila doblar la verja de oro. ´Parece que lloverá luego.` El arco de sus piernas abrocha en los tobillos, haciéndola bandear. Le duelen. ´Lloverá, quizá.` Ya no importa, pero hoy se levantó de madrugada para hacer su rutina de mediodía; sólo el silencio del mundo le avisó entonces de que algo había fuera de sitio y ahora es ella toda atravesando con paso corto las pavesas extrañas es la Rue Berryer… no lo entiende… ´Amandine… tenía una blusilla celeste con fruncidos en el pecho y las mangas…` refresca… se encapota… puede que llueva… Dos niñas juegan en un zaguán iluminado, impostando voces familiares. ´Amandine… y un sombrero de paja al que prendía alguna margarita que cogía del parque cuando no la veía nadie.` Nadie ve. Queda de una vida: un jarrón ocre y azul con un globo suspendido sobre su sombra en el mar de las Landas finamente vidriado. El petirrojo se desgañita en la jaula ´où es-tu? tittiú tittiú ti ti ti triúuuuu` junto al espejo y la mesita de las fotos. Una chica regordeta de cuello interminable le sonríe tras el cristal, en la rue de Turin 22, 3-4. Ahí fuera ha escampado. Y están en casa.
4.
Karlovy Vary 02:32
Salió temprano. El sanatorio está lejos camino de las canteras de Jimlíkov. En el clareo ondulado del día el paseo tiene algo sobrecogedor. Una corneja corretea a su lado. Vuela. Ludek y él solían cazar por los montes del Svaty en la temporada baja, cuando el emperador no tomaba las aguas. Maldito emperador, aunque dio para conversaciones porque a su amigo, incomprensiblemente, le gustaba. En más de una ocasión espantaron a las liebres por una discusión elevada a destiempo. Qué absurdo el emperador entre las liebres también. Apunta la mañana el rostro de Ludek riéndose después, como un humo que fulge entre los alisos. Abandona el sendero del río en la bifurcación, quiebra el vuelo una lavandera. Hoy no hay nido para los recuerdos, piensa, están todos volando, y con qué frenesí, agitándose unos a otros. Ha llegado. Todo el aéreo topa contra la majestad del muro. La ostentosa puerta giratoria no gira para él, pues el médico desaconseja las visitas. El médico, otro emperador. Pero una veredilla bordea el edificio hasta el lugar; ahí está su amigo a la hora convenida, grandullón, enjuto bajo su manta verde entre muchas otras mantas verdes saludándole iluminado desde la terraza y él responde con gestos burlones y aparatosos, cabezadas, culo en pompa, saltos de rana, una danza estrafalaria. Ludek ríe, y seis mantas más se han unido a su risa. Al volver a la ciudad pedirá una cerveza roja en la taberna del Rolava, donde le pregunten por enésima vez dónde se ha dejado a su amigo.
5.
Paramaribo 01:44
Ha prometido traerme la rhetenor azul, la mariposa de Lelydorp, para que comprenda la belleza de este lugar salvaje, dice. Porque yo bordé mi mantel nupcial en el canal de Leiden en la casa más exacta, del mejor ladrillo y más encarnado, junto al Hortus Botanicus, donde nacieron mis abuelos. Y ahora vivo en Flora. Qué graciosa coincidencia— le dije entonces, ay. Hasta el aire es tosco aquí, denso y grumoso en este hiato del mundo olvidado del encanto. Aquellas plantas extrañas, invitadas en el vivero ordenado de mi infancia son selva feraz, selva, selva, selva selva hostil asfixiante selva hospicio de monos serpientes arañas aves gritonas, selva tórrida y odiosa. Siento aversión y miedo en este hogar que zumba y cruje sin mí carente de simetría, pese al esfuerzo y paso los días trastornada, adormecida en el olor dulce de la podredumbre, el hedor de la flor que lo ha impregnado todo y entre todo vaga como un fantasma. La cancela, tras la ventana tiene algo torcido, y hasta el último insecto me parece un dios bruto, un demonio danzando alrededor… siento el horrible peso de lo vivo. En qué momento voló de entre las manos… Pero, ah… ¡le oigo, ya vuelve! ¡Es el brillo de su coche entre las ceibas! ¡Ángel mío! Sacaré el mantel bordado de mariposas —otra chanza del destino— con hilo fino. Su regalo presidirá el comedor, haciendo juego.
6.
Aéreo 02:48
Viento de cola dejarse mecer por el cielo ¡si los dioses estuvieran contentos! Amaneció torcido, cenizo pero ahora flota sobre las nubes del Aubisque dioses de cola y aire tan limpio, se dice que parece impropio respirarlo a un pobre mecánico de Aix una rara superstición, o tal vez no fruto de muchos años de mugre y pensándolo, su pequeña avioneta verde, L´escargot, planeando entre las crestas no es más que una concha aérea de cables manchas de aceite y tizne, olor a goma y metal, recalentamiento, vibración y ruido reverberado. Y lo peor: sólo desde su concavidad insoportable le está permitido asomarse y contemplar el orbe prístino silencioso e íntimo. Siente ahora rabia de tal pensamiento mezquino, amargo, viscoso que él ha elevado dos mil pies en el fulgor de esta mañana vertical, pero ¿cómo se contentarían los dioses, si no?
7.
Desde Papua, la misteriosa rumbo a Guam, por asuntos profanos. El contramaestre conoce bien la posición y observa, por la borda, la piel sinuosa del mar que distraídamente desescama, aflorando una idea sumergida: bajo la ardiente cáscara salada descendiendo del mundo otro mundo —extraño pensar ´lejos` si añadimos ´hacia dentro`— sigilosamente desvela el cuerpo íntimo, la entraña como un negativo, se hunde en el fondo —´lejos en el fondo`— una cumbre abismal y oscura figurada de monjes luminiscentes, leves sayales bajo el descomunal peso de la noche eterna como una capilla espectral al inicio de maitines, o quizá no quizá sean monstruos, la sima del Leviatán y sus horribles branquias membranas del Apocalipsis aunque, bien mirado los pecados que en él hierven no han de llegar hasta esta arcadia fría y sin tiempo. Un negro ingenuo como un negativo, sí.
8.
Messina 02:08
Pinco Pallino sube en moto por aquí baja culebreando por allí anda parado con este y con aquella hablando de fútbol y limones lleva un niño anclado al cinto por una manecita sucia que sabe que no puede abrir sin cobrar un capón paterno —cuestión de manos—. Angelo se llama y estudia la calleja con ojos de Marcelino algún día será él Pinco Pallino estudia al padre y sus gestos cómo se hace entender, cómo ríe y fuma una paloma reventada lo distrae, y también el escaparate de un librero viejo y una bocina y una niña alta y enclenque aquí ha perdido dos frases pero el cuadro es suficiente. Ya en casa pensará en fútbol —niñas bocinas libros palomas— y en limones.
9.
Katyn 03:26
Vinimos de Varsovia y aquí quedamos la juventud cultivada y ardiente los hermosos jacintos de la primavera de los jardines. Oh, Patria nuestra Padre, Madre, Hermana todo acaba aquí, la patria es esta, pues se nos pudren las raíces hundiendo su pestilencia bajo los suelos silvestres le dimos el plomo y la herrumbre al bosque que fuera tan solo nombre pequeño en los cuadernos de geografía, un punto insignificante en el conjunto cerrado de color azul ¿podía ser? La patria es esta. Flotando entre abedules dejamos el adorno de las despedidas, y el miedo cerval si hay miedo en ser presa, sin matices cazados nosotros con humano sentido por el deber, por la Patria suya nos tumbaron brutos, o simplemente otros que ya se fueron y aquí quedamos, quietos perteneciendo. No os doláis: la muerte está viva en el misterio de este lugar vibrante. Y está bien así, porque vuestro Wojcek no habría vuelto a la gran casa o, desde luego nadie que ya pudiera merendar bizcochos y menta en porcelanas viejas.
10.
Tesalónica 02:12
Último día en la taberna antigua de la calleja junto a Modiano. Traídos dos parroquianos por los jilgueros de mediodía y el airecillo juguetón que anuncia el fin de la templanza, la tarde fría entran a su rincón y ahí, inermes a tantos giros rendidos pero corpóreos como atlantes invertidos apostándose en la barra ruinosa trazan un plan cuya urdimbre gana invariable a cada ronda y nada podrá fallar pues no se ejecutará; el tiempo del vino es un fluido imaginario que zarandea los asuntos y las cuitas y los fecunda y recompone uno en laúd, otro en flauta, otra en platillos en orquestinas ilusorias que tocan sólo un rato para los dos que se descubren, a diario aspavientos de danzante el uno al otro un do un fa un manotazo en re sostenido era rosáceo ahora carmín ahora verdea ¡ep, ep, EP, EP…! ¡Ca, con la música a otra parte! ¡telón! Cierra la taberna de Modiano por ser mañana flamante templo del inglés internacional; el viejo edificio se adecenta para albergar apartamentos turísticos, en blanco Snow White 11-0602TPX.
11.
Un topógrafo sienés se ha perdido cargado de precisos instrumentos de medición. Anda el insecto desorientado clavando desclavando sus patas sobre la duna y desfalleciendo se desdibuja en el rigor de las veladuras infinitas naranjas marrones grises rosas violáceas no sería una muerte trágica más bien el oficio de un pintor y por entretener la mente ahí recuerda los cipreses de Accona —su tío le llevó, de pequeño— cómo los monjes ganaron al yermo el bosque, qué alto afán que no este empeño fútil, pueril suyo de adentrarse en postales ajenas y en su fiebre mira a Duccio y Lorenzetti los fondos dorados que le conmovieran se dice que serán su implacable fosa ya todo es sed y velo de oro… Tres horas más tarde una caravana lo divisa cuando se había refugiado en una construcción de Martini, una torre como una armadura de fábrica clara su cabeza alucinada saliendo enorme por el ventanuco… Al volver vuelve también de la ilusión, de toda ilusión salvo una pues llegará a viejo sin haber perdido su traje de torre.
12.
Pompeya 02:16
No creas que Tulio no lo ha adivinado no vayas a decir que es azaroso que toda su estirpe se encuentre aquí, ahora que el cielo hierve y el Hades se muestra en esplendor monstruoso sobre su patio los niños lloran y gritan las madres, pero Tulio envuelve su desesperación en escudo de Roma y usa su vieja táctica de tornarla ira, pues ahí hallará cobijo. ´¿Qué quieres, Furia? Zorra gravosa que hasta en doméstica retirada me persigues se dijera que te acomodas en mi suerte. Te serví fui cuanto pediste y no era poco, pero tampoco bastaba. ¿Qué hay en mí que tanto apeteces y no consientes en dejar marchar?` Dirige la mirada a un pajarito finamente dibujado junto a la guirnalda que se disipa en aire negruzco. Cercado, en el más inimaginable y espantoso final a la ilusión de su serenidad próspera entre los correteos histéricos de los parientes condenados que ya ni siquiera hacen por verle, sus nietos implorando entre la ceniza, arde toda ventura en el mentón cerrado del general de los ejércitos arde Tulio en pie, como una estatua en la pira. Y dime, ¿aún no sabes por qué, Licinio Glauco a ti, amado de los dioses no te dejaron entrar?
13.
Vindbyholt 02:25
Bajo el cielo cambiante de sol y tormentas un jardín bendecido. La casa huele a madera y es palacio para un pensador. Un sueño ligero discurre tarareando entre los muebles palabras cabales. Un abejorro y un violín. Luego silencio y penumbra. La estufa de leña inicia su perorata en tono bajo. Entra el Invierno como un personaje en escena porta un capazo vacío y su voz es ventisca que arrumba los pensamientos, figurantes saltarines objetos junto al fuego, a este lado de la ventana. Pero la fragilidad de los cristales es mentirosa. Salvo que den con un bruto.
14.
Stalingrado 02:05
El escritor termina la última carilla cuatrocientastreintaydós son el día en que llega el confinamiento es el sitio de Stalingrado y él, en su tarea no ha previsto, no ha estado atento más que a los datos y correcciones. Merece fumar y se percata del mucho tabaco que tiene sin papel con que liarlo, y todo cerrado, clausurado salvo el abastecimiento de patatas comienzan los truenos, chasquidos aullidos sirenas megafonías y bien, porque el silencio es más penoso que el estruendo quién se lo iba a decir: desea oír a los vecinos retumbando tras las paredes los grifos las ollas los juegos en el patio pero, afinando, sólo escucha algo parecido a una topera. En su angustia subterránea es un soldado abandonado, un desertor pues crece en él, ciudadano cojo inútil para el servicio con violencia mortificante el acre gusto de un deber esquivado. Así, en su propio frente, sobreviviendo por sus medios anota ´pág 376 (falta)` —esta página le tenía descontento— y fuma por fin sus garabatos minúsculos formando grandes bocanadas, roscones de cuerpo grotesco vendrán la cientodós y siguientes (´falta, falta, falta…`) El sitio dura cinco meses y el autor ya hace algunos que dio por buena la manera se ha fumado su obra entera cuando todo acaba en un obcecado delirio, a la vez delator y redentor ha liado tabaco, té y mondas lavadas de patata ceniza ahora, ciudad y manuscrito, escombro de tanto construido y tan paciente habrá que apelar a la tenacidad de la memoria.
15.
Karelia 03:18
La señora Nukkuja vive con una comadreja bobalicona a la que llama Sorin, y le reprende sin cesar por moverse poco y estar muy gorda. ´Te pareces al tío Aimo, que reventó comiendo` dice mientras le unta pan con mantequilla. También ´Eres el hombre de la casa y no me traes ni un mal conejo`. Pero lo recogió atontado en el bosque, dos estaciones hace y Sorin nunca ha emprendido la fuga. Ella, agradecida le ha tejido un jersey. Suele contarle sucedidos y consejas. Ahora, en este momento, es la historia de Tyr, el dios manco y su voz se confunde con el murmullo informe de la diaria noche. Pone el fonógrafo y, en pie, escenifica el cortejo de dioses el licor la anima, inspirando y avivando sus gestos suenan unos clarines raídos con solemnidad imprecisa. La silueta se recorta contra la lumbre y proyecta sombras dramáticas que bailotean por la habitación fantasmagorías que desfilan sobre el banco la cama la mesa la cómoda el hornillo, tiñendo la luz de oro viejo con negros temblorosos ante el imperturbable hocico de Sorin. Ha visto esa comitiva antes, centelleando en el cielo del bosque con verdes, amarillos y naranjas, pero Sorin no gasta memoria sólo hambre y sus ojillos secos hallan cada vez más claridad pues por fin insinúa el cielo el frío y radiante verano. Llega el tiempo de los arándanos deliciosos para hacer pastelitos.
16.
Irkutsk 03:28
Como filtros al amanerado irse de una tarde gélida —árbol sombrío sobre fondo rosa— el vidrio, el visillo, la memoria hecha de sales de plata el olor de un chocolate caliente, dentro antes del leñador, ahora del poeta la isba es una cebolla clavada de clavos una Mater de ojos entrecerrados lágrimas brillantes y con cierto relieve mira al Baikal, que le devuelve un rumor, y mantiene el bosque y la lira al vuelo de un ruiseñor lejos del Báltico y del zar.
17.
Mágina 02:39
Bajo el riel suspendido del cielo un telón azulado y opaco. Aquí las caléndulas, los olivares los jaramagos veraniegos, un conejo una encina, el tierno almendro que del olmo brota; en el barranco un cabrero abre un higo con dedos endurecidos, oscuros lo mira una cabra vieja desde un risco y huele la cabra, el cabrero, el higo, la higuera huele el campo a campo a media mañana. Al otro lado, en el pueblo, ha atardecido una calle blanca y larga y una casona parecida a un convento de merengue desconchado, hogar secular de ajuar primoroso, prodigio del aire lento e irisado la médula se esponja en un vestigio de jardín cuajado de especies raras —mimosas, palisandros— que trajo la joven bisabuela al gusto de lecturas y aflicciones amorosas.
18.
Pampa 02:43
Como un palitroque pintado capital para el juego de equipos en tarde templada llega Ricardo, aseado y silbatín a la verbena de Alimoche el más pintado, el pincel de cabeza ladeada y aire entornado que despliega sonrisas y palmadas entre gauchos, parecieran amigos francos y campesinas, lindas mozas de toda edad pues para ellos tiene amables palabras y buen conocimiento de sus muchas vidas toma un vaso aquí, otro ahí al fondo cuanto más escucha menos habla ardides amorosos, asuntos de vacadas nacimientos, muertes, vaivenes de la plata pendencias juveniles, achaques… La borrachera va cayendo con el sol y su silencio dice que a él, al más bonito le va doliendo el alma, se abomba como una excrecencia y no la retiene, no sabe qué hacer con su inmensa, vencida tristeza su voz se vuelve un hilo imperceptible del que penden banderolas y bombillas de colores generosos sobre el anochecer claro. La brisa mentolada de los eucaliptos acompaña su irse mientras pide con un gesto el siguiente trago.
19.
Monrovia 02:25
Tam Tam Tam suena un Tamtám un comerciante vestido de lino siente que todo es jovial, avainillado pero nada es dulce, ni amable, y nota desconfiado el sudor en las palmas de sus manos. Baja hacia Mesurado desde el hotel en la tarde perlada, que vibra con el divertimento mestizo de Año Nuevo. El cargamento ya está en el puerto, no hay que temer, aunque siempre pensó que este es un lugar de piratas, y el jolgorio remueve su desasosiego, qué podría esperarse… Es una ciudad dura, tiznada de brea poco dada a cortesías y representaciones. Entra en el portalón del Catenary y toma así desprotegido, un aguardiente denso de caña que le estraga la garganta finamente encorbatada. Una larva traslúcida emerge del nudo americano. Ha ajustado bien el trato, y no entiende por qué el sabor amargo se extiende, como si las venas saborearan también. ´El látex fluye por las venas del país, el país se desangra para extraños… para mí`— masculla. Pasa una muchacha enjaezada con abalorios brillantes, los hombros dorados entre el gentío. Contempla él una diosa negra rozada de cáñamo crudo y algas secas los pechos casi desnudos barnizados de leche. Arrecia la fiesta al sol incendiario del atardecer con fuegos que alumbran la cristalera irregular del Catenary. No sabe si ha pagado o no. Es la última vez que se le ha visto.
20.
Una viuda oriental, un huevo de jade un tintineo una cerbatana, un mejunje humeante una rendija una caja que no se abre un viejo duerme en el suelo, un marinero bebe en peligro una penumbra lacada suena cac cac cac cac la niña portuguesa ya tiene dieciséis años y se perfuma los tigres del biombo acechan al diplomático la hamaca desvencijada cruje bajo el monzón el pomo brillante del bastón atrae a los mosquitos finalmente una luz en la cabaña de los cafetales y una ofensa horrible susurran ¡sal!
21.
Buscan la senda entre dos paisajes sin tangencia pero él ha imaginado otra cosa, un desvarío, se diría. Acariciar el borde mismo del mapa y extraviarse aún una jornada más, en la gran bóveda blanca que le llama insistente al frente helado, ciego —figura y fondo blancos— y le dice que ahí en su hondura, donde nadie estuvo antes debe de estar Todo. Cómo llamarlo si no: cruzar fundirse en la página no escrita del libro primigenio. De repente, una anomalía en el papel cede el umbral; engulle su presencia un Todo que surge despojado de brújula medidas pesos de alcance… Percibe el olor recóndito del heno recién segado. Sonríe.

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esta es una colección de piezas musicales, escritas y visuales que recrean pequeños paisajes humanos, tomando la geografía como punto de partida referencial.

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released March 3, 2021

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Enrique del Castillo Granada, Spain

Enrique del Castillo, 1982, has developed research in the field of music
experimental independently since 2007, based on academic studies of
art and music .
He has also worked collaborating in the field of experimental cinema and expanded support cinema
analogue with the Noctiluca and Onirokino projects .. Several musical projects are remarkable
as Las Barbas Indómitas, Oniropompo and AMOR
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